Primeramente, es necesario mencionar que la situación por la cual atravesaba Francia en siglo XVIII era extremadamente desigual entre las distintas clases sociales de aquella época. Existía un régimen monárquico rígido e inflexible que oprimía constantemente a las clases más bajas de la sociedad, acompañado de una aristocracia feudal que al igual que este oprimía a las clases populares.
Desde el punto de vista económico, existía una inmanejable deuda estatal, producida principalmente por el amparo hacia la independencia estadounidense y sus causas, que fue tratada deficientemente bajo el concepto de impuestos, los cuales eran totalmente arbitrarios al no ser remunerados por el clero ni la aristocracia. Además, Francia se veía inmersa ante un descenso radical de la producción agrícola lo que originaba una considerable escasez de alimentos.
Bajo esta estrepitosa situación, una nueva concepción política comenzó a surgir progresivamente, ideas expuestas por Voltaire, Rousseau y Montesquieu fueron fundamentales para agitar la masa popular bajo los principios de: libertad, fraternidad, e igualdad y así despertar poco a poco a ese silente pueblo que aclamaba por el quiebre de las instituciones pertenecientes al Antiguo Régimen.
Esta serie de sucesos desencadenaron una crisis a nivel nacional, el pueblo compuesto por las clases más bajas acompañado por una ferviente burguesía harían colapsar el antiguo modelo monárquico francés que tanto los apremiaba, constituyendo un ala liberal, republicana, con una visión de indivisibilidad nacional y estrictamente defensora de la soberanía popular, ellos eran los jacobinos, quienes estaban dispuestos a luchar contra el régimen monárquico, contra la pasividad mayúscula con que los girondinos afrontaban la situación, con un motivo tan obvio para nosotros hoy en día, pero tan difuso para aquel pueblo que reclamaba equidad y justicia en aquellos tiempos.
Las ideas revolucionarias jacobinas descasarían bajo el argumento o más bien fundamento de carácter filosófico impuesto por Rousseau: “La soberanía reside en el pueblo y no en un dirigente o cuerpo gobernante”, realizando una fuerte crítica al sistema que se desarrollaba en aquella época. Pero Rousseau no sería el único intelectual que trataría de poner fin al Antiguo Régimen, sino también Descartes expondría una grandiosa reflexión racionalista: “Pienso, luego existo”, tan bella reflexión no iba a pasar desapercibida, por el contrario, resultó ser una interrogante para el pueblo. Ésta, tendría diversos objetivos, dentro de ellos era concientizar a los más desposeídos sobre la situación existente, a pensar por qué la sociedad se conformaba bajo ese régimen, a increpar a esa injusta alianza conformada por monarcas, aristócratas y el clero, a reflexionar antes de existir y así no someterse a una vida que era totalmente inmerecida y banal como se practicaba previo a la revolución.
Sin duda alguna estas reflexiones serían el sustento o apoyo ideológico de la postura jacobina en la revolución, que posteriormente darían libertad al presidio constante que atormentaba al pueblo.
Si tan solo monsieur Robespierre se encontrara vivo, nos relataría la importancia del proceso que debió vivir Francia, sus halagos se basarían principalmente en la toma de
Como bien es posible constatar anteriormente,
Por esta razón, creo que el actuar jacobino inspirado en un agónico llanto por parte del pueblo, aquel pueblo que debió subyugarse durante siglos de mandato monárquico fue fundamental para establecer un nuevo orden, caracterizado por la libertad, fraternidad e igualdad, preceptos esenciales de hoy en día, que de no ser por el actuar jacobino durante
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